- Pero, ¿es verdad que las piedras provocan algo especial?
- Sí. A veces las abrazamos y se siente la energía.
La respuesta es de Marisa Gálvez, y hay que creerle. Ella convive con los menhires, aprendió a quererlos desde que trabaja en el museo a cielo abierto que antes fue reserva arqueológica. Por eso se indigna cuando recuerda la Fiesta de la Verdura que un delegado comunal organizó dentro del predio. Hasta un parque de diversiones se montó entre las piedras milenarias. Locuras de nuestro Tucumán.
Hoy se nota la limpieza y el cuidado del predio. No se cobra entrada, por lo que las visitas guiadas son gratuitas. Pero no hay mucho más para ofrecer. La infraestructura no puede esperar.
Lo valioso del momento es que los menhires están protegidos. No es poco, teniendo en cuenta los riesgos que corrieron. El traslado de los monolitos a la loma de la entrada a El Mollar, obra del gobierno de facto de Antonio Bussi en 1977, fue uno de esos episodios. Esto escribió Rex González, el prestigioso arqueólogo y maestro de arqueólogos que venía estudiando los menhires desde la década del 60: "fue un desastre arqueológico, un atentado a la ciencia del pasado, hecho arbitrariamente por ignorantes de los principios de la preservación y el conocimiento elemental de la arqueología".
Este pasaje forma parte de un extenso informe que elaboró Ana María Chambeaud, ex directora de Patrimonio. Durante su gestión se bajaron los menhires de la loma y los llevaron a La Sala. Empezaron con dos piedras, y en forma simbólica: era el 24 de marzo de 2000, a 24 años del golpe cívico-militar. El traslado de todas las piezas concluyó el 20 de abril de 2002.
"¿Son testimonios de civilizaciones extraterrestres?", era el extravagante título de un artículo publicado en los 60 en Buenos Aires. Delirios al margen, es cierto que las especulaciones acerca del significado y de la utilidad de los menhires cruzó las épocas.
Como suele suceder, la Navaja de Ockham se ajusta al caso. La explicación es la más sencilla y evidente: la estructura fálica está ligada al ciclo de la fecundidad de la tierra. Lo detalló Eduardo Berberián en el libro "Sistemas de asentamiento prehispánicos en el Valle de Tafí".
Berberián cuenta que los menhires se erigían en la habitación más importante de las viviendas, insertos en estructuras formadas por piedras y morteros de arcilla fina. Así se mantenían verticales. Alrededor se disponían piedras, y dentro de esos círculos se encontraron fragmentos de cerámica. "La presencia del menhir y el contexto asociado sugiere la existencia de creencias religiosas relacionadas con el grupo familiar y eventualmente la realización de ceremonias a nivel doméstico", detalló.
Los datos certifican el valor de los menhires y todo lo que significan para la cultura de los tucumanos.